No sé por qué, pero siempre las bufandas han estado relacionadas, de una forma u otra a mis relaciones amorosas. La primera realmente importante, tuvo a una bufanda de protagonista y la otra vez que sucedió, fue un lindo regalo.
En la 1era, nuestro primer beso fue en pleno invierno, y en un gesto de cariño, ella me tomó la bufanda como empujándome hacia ella y me besó. Eso ella siempre lo recordó y, como en esa época, era la única que tenía, cuando un día fui a verla a su casa ella me dijo que si se la prestaba como recuerdo un tiempo y la empezó a usar. Cabe destacar que cuando todo se acabó, ella no me la devolvió.
Y en la última, ella me tejió una. Es hecha a mano, por ella. Se demoró meses en tenerla, ya que se tomó su tiempo, pero siempre me decía que la tenía para mí y que era primera vez que hacía una bufanda para alguien en especial que no fuera su familia. Lindo gesto. Prácticamente deseché las demás que tenía, y comencé a usarla profusamente. Ahora que también ella se fue, no quise guardarla con el resto de los regalos, ¡porque me gusta mucho la desgraciada bufanda!, pero allí estará para este invierno y sin querer, me recordará quién la hizo y con cuánto amor la confeccionó. Porque eso no lo dudo.
Me da pena que estas cosas pasen, porque quizás, soy el único tan sentimentalista con los objetos, regalos, etc., y duele recordar...
En fin. Espero que tú no la hayas botado y que tú seas feliz. ¿Yo?, bueno, ya llegará el momento que los recuerdos sean para siempre y no un doloroso pasado que no volverá y en forma de lana entrelazada.