martes, 8 de enero de 2008

El fin justifica... algo...


Hoy leyendo el final de una novela, me di cuenta que eso de los finales felices sólo pasa en los libros simplones. Para decir verdad, el final que leí fue genial, pero no feliz. La mentira prevaleció hasta las últimas, se encubrió todo, nunca se aclaró la verdad, en fin... Lo típico... lo que generalmente ocurre en la vida real. Hay cosas que jamás se aclaran ni se cierran.

Pero dentro de todo eso, lo que se encubría era tan perfecto, o sea, la mentira había logrado lo que deseaba, era tan bien hecha, que... en definitiva si algo se aclaraba no iban a creer nada. Así que todo quedó igual. El fin, justificó los medios. ¿Eso pasa realmente?

En la vida real suceden este tipo de cosas. Que no importa cómo hacer las cosas, sino que importa el resultado que se haya obtenido. Y eso, sinceramente, me parece inadmisible. Así tal cual. Es tan penoso lograr algo a costa de herir o dañar a personas, que mejor es no hacer absolutamente nada. Prefiero mil veces eso.

Pero en el caso del libro, si algo se hacía al respecto, nadie iba a creer o todo iba a volver a estar mal, entonces en esos casos, en que el plan sea tan perfecto, en que los resultados sean exáctamente los deseados... es mejor callar e intentar no llegar a esas instancias jamás.

Así siempre he pensado. Aunque a veces los hechos (o consecuencias fortuitas) dicen otra cosa.

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