Un hombre decidió salir, porque se sentía asfixiado dentro de su vida. De su casa, más bien, pero más bien de su vida, así que decidió ir a un lugar lejano, aislado, en donde pudiera estar él con sus pensamientos y penas.
Llevó un par de libros, y se fue a buscar un lugar donde había sido feliz, con otra persona (que tampoco está en su vida), pero era un buen recuerdo y quiso ir. Tomó su bolso, sus libros, y se fue. Todo el día, hasta la noche, solamente la naturaleza y él, pensó. Buscó y encontró el lugar que quería, justo donde se manchó sus sandalias con barro, porque estaba recién mojado, y ella reía y se abrazaron, riendo juntos. Ella es un buen recuerdo, suspiró. Este hombre, ahora, trata de olvidar a otra persona, que fue... fue muy importante y doloroso.
Ahora, veía ese rincón y sonrió. no quiso sentarse así porque era muy abierto, así que buscó otro rincón, más solitario, porque sabía que quería, necesitaba "botar" todo... llorar.
Obvio, el dolor se expresa.
Se sentó, y seguía recordando ese bonito día, así que, quizás la pena más la lectura y esas memorias, no iba a sufrir mucho. Empezó a leer y recordó a ese reciente viejo amor... las lagrimas salieron solas, no pudo detenerlas, lloró cada cuanto avanzaba leyendo; poca gente andaba, nadie lo miraba: mejor, se dijo y siguió leyendo.
Casi ya al crepúsculo, se levantó a caminar. Hasta donde me lleve la vida, se dijo. Salió, quería ir a un local a comer, no pudo entrar porque se acordó de su reciente perdida amorosa... ¿y si ella está ahí?, ¿si salió y ahora está....?, tonterías. Pero sus nervios le jugaron en contra, así que mejor caminó y caminó y caminó y caminó y caminó...
Se hizo de noche y pasó por otro rincón, que le recordó a otra persona que también se fue, que lo esperó ahí y luego conversaron amenamente en otro rincón de la ciudad. Empezó a llorar nuevamente, caminando; luego pasó por un local de galletas, ahí recordó cuando con un amor muy enérgico, entró ahí, se compró unas galletas, las comieron caminando de la mano, felices, yendo hacia un evento que ella quería ver en el centro cívico de la ciudad; era divertida, feliz... buena muchacha, recordó.
También lloró con mucha pena.
Siguió caminando hacia el anochecer, escuchando canciones tristes, de desamor y pensando por qué salió. Pero la respuesta estaba desde su corazón: botó esa pena, esa decepción y recordó a muchas otras personas más allá de "ella", porque la ciudad, los rincones, los caminos, la vida es más allá de esa persona: está en ti.
Volvió más liviano a casa. Miró al techo. Ella ya no está, se dijo. Pero algún día, al igual que hoy, iré a lugares que visité con ella con alegría, no con pena. Comeré galletas con felicidad y entraré a locales a tomar algo pensando en pasarla bien y no en si me cruzo o no con alguien.
Durmió y siguió paseando en sueños, solitario, pero decidido. Decidido a querer ser feliz.
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