domingo, 21 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 4 (Re-Publicación)

Miro al techo, luego de haber hecho el amor por un buen rato. Con una exquisita previa y con un excelente final. Miro también a mi compañera a mi lado. Ella está feliz. Satisfecha. Con ese rostro post-orgasmo que es típico en las mujeres. Ese que te dice que la pasó bien. Que sigue húmeda y quiere más.

Miro entonces hacia la ventana que se muestra en mi departamento de un ambiente que poseo cerca de Escrivá de Balaguer, uno de los nombres de calle que más adoro decir... siempre es grato pronunciarlo. La miro buscando a otra mujer. Una que de verdad desearía tener tocando mis tetillas, y pestañeando cerca de mi torso haciéndome sentir querido. Casi amado. Algo que es imposible.

Ni yo mismo me amaría. O creo que sí lo hago, pero en mi forma. El mismo estilo que usan el resto de las minas con las que me meto. Yo no sería así, si no fuera por eso... por eso...

Ella empieza a conversarme, como si me interesara alguna estúpida palabra que diga. Pero siento que debo escucharla porque acabo de estar dentro de ella, porque acabo de tocar todo su cuerpo... y eso me hace más cercano... aunque sea por esas casi 3 horas de sexo.

Tanto así que sin darme cuenta la abrazo. Me doy cuenta que sigue húmeda, al igual que las sábanas persas de blanco puro que adquirí la semana pasada a un muy buen precio. Se acerca mientras conversa y se pone encima mío. Su pelvis queda en la mía. Por una fracción de segundo... por una puta fracción siento que todo sería bueno si ella me amara, que estaría con ella, que saldríamos juntos, que conocería a su familia, ella a la mía...

Mierda. Ella es mi juguete, nada más. Y yo para ella también DEBO serlo. Así que le doy lo que ella quiere hasta que se canse de tanto cabalgarme y de tanto recibirme. Se canse de haberme conocido y algún día siga buscando un amor verdadero. Mientras yo, seguiré buscando la mejor entrepierna...

viernes, 19 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 3 (Re-Publicación)

Hora de mi fluoxetina. Necesito de ella. Mil veces mejor que cualquier polvo mágico. Eso sí, no mejor que un buen polvo. Luego de tomar mi agua especialmente traída de Europa, la cual no contiene sales minerales que dañan las paredes del estomago, ya que la misma pasa por numerosos procesos especiales que hacen que se purifique en su estado máximo... me dirigo hacia mi escritorio solamente para contemplarlo. No tengo ganas de trabajar hoy.

Tal vez sea porque empecé agitada mi mañana y mi hora de almuerzo fue bastante fuera de lo común. Pero fuera de aquello, creo que debo buscar algo en qué distraerme. Tomo mi chaqueta y parto. Total, soy el jefe. Puedo hacer lo que se me dé la puta gana.

En mi auto automático comencé a observar a los transeúntes que pasaban. Mayoría mujeres. La mayoría, apetecibles. Deliciosas. Debería estar con cada una de ellas. Así lo deseaba, era irrefrenable, debía tenerlas. No me quedó más remedio que visitar el colegio en el que siempre estaciono cuando siento el mismo deseo animal. Ahí está ella. La mejor alumna de ese céntrico colegio católico. Y también la que tiene la más suave entrepierna.

Esa chica no parece de 18. En realidad, se siente de mayor experiencia. No sólo físicamente, notablemente puedo afirmar que es una excelente oradora (en todo sentido) y muy reflexiva. Y nunca me molesta. No hace problemas. Lo recomendable para alguien como yo.

Estaba esperando en la misma esquina. Ella sabe que una vez a la semana me vienen las ganas innegables de romper su ropa interior con el ímpetu y las ganas de un quinceañero. Subió a mi auto disimuladamente, aunque noté ciertas miradas envidiosas de algunas apoderadas que saben que soy un tipo exitoso y además insaciable en la cama. Por lo menos sus hijas eso le deben contar.

Se subió y de inmediato tocó mi paquete. Duro. Fuerte. Ella sabía qué hacer. No tan rápido. Lo mejor aún no empieza.

Me empezó a hablar en el oído mientras viajábamos. Me hablaba de las ganas que tenía de no parar de cabalgarme mientras recitaba un poema de De Rocka. Le dije que ese tipo me apestaba porque bien sabido es que se llevaba pésimo con Neruda. Así que me calenté aún más.

Llegamos al lugar de siempre. Me contó algo de que le quedaban pocos meses de colegio y que, ser mayor de edad era más que cumplir 18. Casi me dio la lata. Menos mal la hice callar con un fuerte beso con lengua. Fue delicioso. Tocame. Muerdeme. Aprietame. Lastimame. No pares...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 2 (Re-Publicación)

Me quedo frente al monitor de LCD Viewsonic que acabo de adquirir la semana pasada para el PC Intel Quad Core de mi oficina, mirando como las personas creen que conociendo gente en Facebook lograrán tapar sus patéticos vacíos personales, cosa que prefiero hacer visitando un cabaret en donde te cobran por una francesa, pero por lo menos mantienes el status quo.

En eso que reflexiono sobre cómo podría hacerles entender sin tener que torturarlos psicológicamente, aparece mi secretaria. Hoy se ve aún más caliente que de costumbre, lo cual hace que se me entiese el miembro inmediatamente, por suerte, no es problema.

Se dirige directamente a mi escritorio para recordarme que el horario de almuerzo es a las 2.00 pm y que ya son las 2.02 pm, por lo cual estoy retrasado y el almuerzo dura una hora. Le digo que hoy no tengo hambre (pastilas de mierda que me tienen con ganas solo de follar y dormir) y que me quedaré en la oficina. Entonces, ella, en vez de salir, cierra la puerta y se dirige con los ojos entre cerrados (esos ojos que ponen las mujeres antes de saber que se echarán un polvo) y comienza a sentarse en mis piernas.

No desmiento que la exctitación que tenía era enorme, considerando que por fin iba a probar la entre pierna de mi secretaria que tantas ganas tenía de morder. Comenzó a hacerme esos cariños y darme esos besos que solamente dan las mujeres que quieren... y que además conocen lo que te gusta. Eso me comenzó a dar dudas, a la vez que calentar. Porque hacía cosas que solamente hace alguien que de verdad te conoce... y sentí que ya la había tenido en mis brazos, que ya había tocado sus suaves pezones y sus frías nalgas. La conocía. Ya lo había hecho con ella.

Era eso o los ansiolíticos hacían su efecto de crearme realidades que no son. La cosa es que me estaba desvistiendo mientras me lamía, mordía y besaba todo mi torso... en eso, pensé que el piso era más cómodo que la silla. Lo hicimos lento, suave... no como suelo hacerlo con alguien que no conozco. Saborié su cuerpo y ella el mío. Una hora de sexo. Una hora de almuerzo.

Se vistió y yo hice lo mismo. Cuando salió y me miró con el rostro de que "volveré", sentí que necesitaba a alguien en mi vida. Alguien que después de hacer el amor, pudiera abrazar y querer. Pero esa etápa ya pasó y no puedo más que esperar una cacha en la oficina. Es la única mierda que puedo esperar.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 1 (Re-Publicación)

Me tiembla la mano al escribir. Me tiembla la mano al leer el diario. Un nódulo de mierda comienza a salirme en el cuello. Tomo mi santo prozac. Todo pasa. Un valium sería perfecto pa la mezcla del día, si no fuera porque anoche me di una sobredósis de esa wea y todavía no se me pasa el efecto.

Tengo que llegar al auto. Por lo menos es automático. Si tuviera que pasar cambios como los weones, choco. Además voy apurado. Me acabo de pegar un polvo que no me dejó satisfecho. La muy perra hace la mitad de las cosas que hace una mujer de verdad. Incluso una que no ama hace más. Bueno, de qué me puedo quejar, si estaba más drogada que yo.

Veo que en la guantera de mi auto me queda otro valium suelto. Quizás esté vencido, me da igual... compensará la carga de anoche. La mujer con quien tuve sexo sin protección desea subirse a mi auto. Jura que recuerdo su departamento. Confiaré en su juicio.

Creo que comienza a tiritarme el puto ojo. Efecto de los ansiolíticos que me mete el bastardo de mi psiquiatra. Para eso estudian tantos años. Para drogarte o hacerte creer que avanzas. Hace años que no avanzo. Necesito un jale. Pero lo dejé hace años.

Así, mientras bajo por la Kennedy a 100 por hora, como si no hubiera futuro, la mina me dice que me conoce de antes. La veo, como no la vi la noche anterior y la muy hija de puta era una mina que conocí en el colegio, cuando era pendejo. La más rica del 2do B. Y que me dejó pagando como a muchos que traía caliente.

Cuando lo pensé, la vi detenidamente y me detuve en su entre pierna para luego volver a mirar esos pechos que habían sido míos... me di cuenta de algo: que la mina más rica del cole era como las weas en la cama.

La dejé en su depto y me fui raja a la pega. Creo que rozé un par de autos de esos que se pagan en cuotas. No me importa, mientras esté mi secretaria (que me tiene ganas y prefiero que las siga teniendo, porque así se calientan más) y mi café en el escritorio, el resto me importa menos que mi mismo. Mucho menos.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Unos días sin ti

Siempre aviso cuando tomo vacaciones. En realidad, ni siquiera debería hacerlo.

Esta vez es porque hay cosas que no me dejan ver claro últimamente y no puedo ponerle atención como desearía a un lugar como este, que considero mi único nexo con las cosas que de verdad puedo sentir.

Por tanto, re-publicaré unos cuentos que ya había hecho, pero esta vez en orden cronológico para que no haya pierde y sea más fácil para mi encontrarlos también (y para cualquiera en el fondo).

Se trata de "Prozac", el cual si no me equivoco son casi 20 capítulos o un poco más (o menos).

Eso durante el tiempo que mi mente se despeje y me deje ver lo que deseo decir... eso espero que pase pronto.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Cuando las cigarras cantan

Te vi en esa noche tan silenciosa, estabas mirando a la nada, pensando en llorar, imaginando en llorar... se podía escuchar el dolor de tu alma.

De pronto, pensé que podía ser oportuno acercarme. Tal vez, sería bueno consolarte. Lo hice despacio, con tal de que no te dieras cuenta de mi presencia hasta que tus lágrimas permitieran que me vieras. Quería que te sintieras bien.

De pronto, comienzo a escuchar a las cigarras cantar. La noche, no quería ningún otro sonido que tus suspiros, pero estos insectos se interpusieron.

Tomaste de tu cartera algo, no pude ver bien. Me oculté en un árbol. Y empezaste a desgarrarte los brazos con tus uñas y comenzaste a llorar más y más fuerte, quise acercarme más, pero estabas desnudándote y te tiraste al río frente a ti y te hundiste, corrí, corrí, pero las malditas cigarras era lo único que podía escuchar entre tanto barullo...

Extendiste tu mano. La quise tomar pero se desvaneció y solamente permaneció lo que habías sacado de tu cartera... era una nota:

Te quiero. Pero lo siento.

El sonido de la noche se hizo más fuerte y las cigarras culminaron su murmullo como quien finiquita un suspiro de vida...

Tu vida en condicional

Duramos lo que te servimos en tu vida. Haces lo que quieres, nos entregamos, te damos todo lo que deseas, pero nada de eso llena tus expectativas. Solamente el miedo a que te dejemos primero te aleja de todo lo que desearíamos darte...

Felicidad, mi querida amiga. Felicidad. Tan simple como suena, tan simple como se escribe.

Pero la deshechas, a nosotros y a todo lo bueno que podría rodearte.

Eso te gusta. Tu vida condiciona todo lo que llega a ella. Eso te encanta. Eso te mereces.

martes, 9 de noviembre de 2010

Finalmente nos estamos acompañando solamente

Es eso. Una mera compañía. Nos acompañamos mientras quienes realmente lo hacen, esperan o no están o simplemente no existe.

Somos eso.