Miro al techo, luego de haber hecho el amor por un buen rato. Con una exquisita previa y con un excelente final. Miro también a mi compañera a mi lado. Ella está feliz. Satisfecha. Con ese rostro post-orgasmo que es típico en las mujeres. Ese que te dice que la pasó bien. Que sigue húmeda y quiere más.
Miro entonces hacia la ventana que se muestra en mi departamento de un ambiente que poseo cerca de Escrivá de Balaguer, uno de los nombres de calle que más adoro decir... siempre es grato pronunciarlo. La miro buscando a otra mujer. Una que de verdad desearía tener tocando mis tetillas, y pestañeando cerca de mi torso haciéndome sentir querido. Casi amado. Algo que es imposible.
Ni yo mismo me amaría. O creo que sí lo hago, pero en mi forma. El mismo estilo que usan el resto de las minas con las que me meto. Yo no sería así, si no fuera por eso... por eso...
Ella empieza a conversarme, como si me interesara alguna estúpida palabra que diga. Pero siento que debo escucharla porque acabo de estar dentro de ella, porque acabo de tocar todo su cuerpo... y eso me hace más cercano... aunque sea por esas casi 3 horas de sexo.
Tanto así que sin darme cuenta la abrazo. Me doy cuenta que sigue húmeda, al igual que las sábanas persas de blanco puro que adquirí la semana pasada a un muy buen precio. Se acerca mientras conversa y se pone encima mío. Su pelvis queda en la mía. Por una fracción de segundo... por una puta fracción siento que todo sería bueno si ella me amara, que estaría con ella, que saldríamos juntos, que conocería a su familia, ella a la mía...
Mierda. Ella es mi juguete, nada más. Y yo para ella también DEBO serlo. Así que le doy lo que ella quiere hasta que se canse de tanto cabalgarme y de tanto recibirme. Se canse de haberme conocido y algún día siga buscando un amor verdadero. Mientras yo, seguiré buscando la mejor entrepierna...
Miro entonces hacia la ventana que se muestra en mi departamento de un ambiente que poseo cerca de Escrivá de Balaguer, uno de los nombres de calle que más adoro decir... siempre es grato pronunciarlo. La miro buscando a otra mujer. Una que de verdad desearía tener tocando mis tetillas, y pestañeando cerca de mi torso haciéndome sentir querido. Casi amado. Algo que es imposible.
Ni yo mismo me amaría. O creo que sí lo hago, pero en mi forma. El mismo estilo que usan el resto de las minas con las que me meto. Yo no sería así, si no fuera por eso... por eso...
Ella empieza a conversarme, como si me interesara alguna estúpida palabra que diga. Pero siento que debo escucharla porque acabo de estar dentro de ella, porque acabo de tocar todo su cuerpo... y eso me hace más cercano... aunque sea por esas casi 3 horas de sexo.
Tanto así que sin darme cuenta la abrazo. Me doy cuenta que sigue húmeda, al igual que las sábanas persas de blanco puro que adquirí la semana pasada a un muy buen precio. Se acerca mientras conversa y se pone encima mío. Su pelvis queda en la mía. Por una fracción de segundo... por una puta fracción siento que todo sería bueno si ella me amara, que estaría con ella, que saldríamos juntos, que conocería a su familia, ella a la mía...
Mierda. Ella es mi juguete, nada más. Y yo para ella también DEBO serlo. Así que le doy lo que ella quiere hasta que se canse de tanto cabalgarme y de tanto recibirme. Se canse de haberme conocido y algún día siga buscando un amor verdadero. Mientras yo, seguiré buscando la mejor entrepierna...
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