domingo, 14 de diciembre de 2008
Demasiada Sinceridad...
Demasiada sinceridad. De eso se puede pecar seguido en este mundo. Siempre que lo hacemos, es porque hay algo en nuestro interior que nos empuja a hacerlo. No hay porqué arrepentirse. No hay porqué pensar que es algo malo. Pero nos arrepentimos y lo pensamos...
Cuando eres sincero con tus sentimientos, es más doloroso decirlo que sentirlo. Pero a la vez es liberador. Son sensaciones demasiado contradictorias entre sí, confusas y que no poseen mucha coherencia, pero eso son y no queda otra que soportarlas, ya que por algo fuiste sincero, por algo lo hiciste, por algo dijiste lo que dijiste...
En mi caso, creo que no estoy para confesiones estúpidas e infantiles. Pero las sigo haciendo igual. Y duele darse cuenta de lo patético que puedes sonar al ser sincero con tus sentimientos. Pero son cosas que deben pasar, porque ya uno está bastante grandecito como para saber porqué hace las cosas. En el fondo del corazón, hay un gatillo que hace que todos esos sentimientos reprimidos, esas confesiones sin sentido y esos amores escondidos deseen alguna vez salir...
Siempre he pensado que es mejor vivir con los sentimientos escondidos. Así, uno se evita sufrimientos innecesarios. Pero los años pasan, los cambios son evidentes y acá estoy: pensando si hice lo correcto o no. Creo que no era lo correcto: simplemente era lo que debía hacer, tarde o temprano...
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