viernes, 31 de octubre de 2008

Era obvio


Era tan lógico. Digan lo que digan las cosas terminan siempre donde mismo. La vida tiene que seguir su curso. Y seguir el curso es lo mismo que avanzar. Nunca te atrevas pensar en retroceder. Y eso hice, aunque fuera un par de días.

Aunque los sentimientos sigan siendo los mismos por estos lados (quizás no exactamente los mismos, pero se han mantenido ahí a pesar de todo) no quiere decir en lo absoluto que las cosas vayan a volver a ser como antes. Eso no sucederá jamás.

Todo esto se inició con una conversación de hace algunos días, en donde me planteaban la posibilidad de que muchas cosas del pasado volvieran a ser como antes. Retroceder nunca, rendirse jamás es mi lema (suena conocido...), así que no lo tomé en cuenta, pero me lo llegué a imaginar. Y he ahí el error. Las cosas no deben ser como antes muchas veces. Porque no es conveniente y porque no vale la pena.

En este caso no vale la pena. No solamente porque es imposible que suceda. Lo digo con conocimiento de causa (razones hay de sobra y las acabo de reafirmar hace poco). E ilusionarme sería estúpido. Demasiado estúpido. Tanto que haberlo pensado lo fue. Y fue un poco doloroso darse cuenta de lo contrario (aunque la mente asuma cosas, el corazón es algo distinto)

Así que aprendí mi lección y seguiré mirando hacia adelante (y recordando el pasado, sólo recordándolo, no deseándolo...) como lo he hecho hasta ahora.

No es la mejor opción, pero es lo que hay. Lamentablemente.

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