Un día se me ocurrió no ir a clases. No me daban ganas. Y decidí caminar por antiguos barrios, que esperaba, me recibieran mejor en mi peregrinaje. Sin que nadie lo supiera y acompañado tan sólo de mi asumida (pero discutida en mi mente), soledad. Caminaba y caminaba, hasta visité lugares de mi vida pasada.
Todo con la melancolía más grande que pueda existir.
Recuerdo que llevaba un pequeño librito de bolsillo, era de historias de suspenso y terror. Antiguo, nadie se asustaría demasiado con ellas. Pero eran varias historias y deseaba leerlo. En mi camino, mientras seguía avanzando y me acercaba a la carretera alejándome de todo aquello que era citadino, pensaba hasta dónde llegaría caminando. Hasta dónde...
Tenía clases ese día. Y no quería ir, porque existía la posibilidad remota de poder verte y eso me asustaba, me dolía, me abrumaba. Y seguí caminando.
Los autos pasaban cerca de, casi a mi lado. Fue en la etápa en que no me importaba si me pasaba por encima un camión Mack por encima un par de veces. Qué más da si estaba solo. Y seguí, enceguecido por la pena intensa, tanto que mi corazón se movía porque se alimentaba de oxígeno su sangre. Por nada más que eso.
Llegué a una plaza, que aún existía, a pesar de que hace unos 10 años o más no llegaba hasta esos lares. Ya no era tan fácil atravesarla, en ella convergían la Autopista Central y la Costanera. Atravecé el lugar para llegar al Parque subsiguiente.
No sé cómo mierda no me mataron.
Luego, al llegar a unas viejas líneas de tren (aún estaban ahí, qué bien) que ahora eran una pasarela, llegué a un barrio que no deseaba llegar. Me esperaban unos tipos que de seguro me examinaron de pies a cabeza. Por fin, dije. Pero, ese día andaba bastante sencillo y me veía desorientado (aunque sabía dónde demonios me encontraba) así que, creo que no me tomaron en cuenta.
Y seguí caminando por la quebrada.
Llegué al bendito Parque. Me encantaba ese parque. Había ido cuando chico y me gustaba demasiado, buenos recuerdos. Más de 10 años también que no aparecía. Y busqué "ese" columpio. Hace casi 7 años, me había caído de cabeza en ese columpio y me golpié muy fuerte. Tampoco me pasó nada. Y ahora, estaba absolutamente solo (ya nadie va a los parques parece, también influía el hecho que era un jueves) y me comencé a columpiar.
Y entonces, me acordé de ti. Y dije tu nombre una y otra y otra vez. Y se nubló aún más y la música de mi MP3 bajaba su volumen. Y grité: ya no más de ti!, NO MÁS!!!
Y salté del columpio. Esta vez, no me caí. Y seguí caminando. Tanto, que ya estaba llegando a una ex fábrica salera. Me fui por dentro a conocer los barrios. Mis clases empezaban en unas horas. Pocas horas.
Caminé, caminé mucho. Calles pequeñas. Casi llegando a un barrio universitario. De pronto, ya era de noche. Tuve suerte esa noche, pocas parejas caminando.
Justo a tiempo, al menos.
La noche cayó sin consentimientos. Y seguía caminando, lento. Trabajadores por todos lados, carros de comida en las esquinas. El Metro, me miraba a lo lejos. Muy a lo lejos. Pero, llegué. Atravesando nuevamente la carretera, sin mirar para los lados. Llegué a destino. 15 minutos para mis clases. Decidí NO ir... estabas tú, lo sé, quería que te preocuparas, también.
Lo segundo, poco probable.
Me senté en la loza y empecé a leer el librito. Casi lo terminé, casi todas sus historias sombrías, tristes y escalofriantes. Y me subí al Metro y volví a casa. Simplemente, volví a casa...
Ya tres años de eso. Casi podría decir que exactos. Lo que hace la realidad, ahora que lo leo, fue bastante especial y triste ese día. A nadie se lo conté, aunque hubiese querido, ¿sabes?, no tengo a quién contarle mucho estos días... tenía, pero... el tiempo pasa. Como un caminante cuando pasa por las calles solitarias de una ciudad cualquiera, un día cualquiera a cualquier destino...
Como yo.