He regresado de mi autoexilio!!!! Bueno, les saludo después de darme un pequeño reseteo para traerles ahora un mini-cuento que tuve que realizar para la clase de Redacción Publicitaria. Me fui en la "volá", pero me quedó re-bueno. Se trataba de comenzar una historia cualquiera con Hasta la vista Baby y terminar con Seguros Anfro. Aquí les va.
Hasta
Así que llegué a la conclusión de que si iba a la cocina a tomar algo bien frío (lo que fuese) podría demorarme lo suficiente como para ver la parte final de la película y despedir a mis tíos y abuelo, sin que se dieran cuenta mayormente de mi ausencia. Decidido esto, me paré como si nada y me dirigí hacia la cocina, abrí el refrigerador y saqué la más helada de las botellas de cerveza que recién había comprado el día anterior. Tomé un vaso, lo lavé un poco y luego comencé a servírmelo.
Pero ellos habían escuchado. Se dieron cuenta de mi ausencia y me vieron con la botella y el vaso a medio servir en mi mano, al lado del lavaplatos. “¿Sirviéndote sin invitarnos?”, dijo mi tía Cecilia. Sonó entre una recriminación y un ruego desesperado por beber. “Lo que sucede es que este pendejo siempre nos ha rechazado, cree que no lo sabemos”, dijo mi tío de manera ofuscada, algo exagerada, pero típica de él. “No, lo que sucedió es que me dio sed y…”. “Éste siempre nos ha renegado, le damos pena”, dijo mi tía tocándose uno de sus pechos como si fuera a sacárselo de un cuajo, con una cara desencajada, arrebatándome la botella rápidamente. “Y habla mal de mi, lo sé”, gritó mi tío acercándose cada vez más hacia mí. “Tienes tanta razón, me da pena que vayas a terminar así“, sollozó mi tía rompiendo la botella en la mesa del pellejo. “¿Qué cresta les pasa?, acaso ustedes…”
Fue un golpe rápido y seco en mi nuca. El Pepo me acorraló tan rápido que pensé que era él quien me golpearía, pero fue la perra de Cecilia que me pegó con la botella quebrándola. El olor a alcohol me inundó las narices y caí como saco de papas en el suelo. Vi las baldosas tan cerca de mis dientes como jamás imaginé. Apenas me levante, otro golpe, esta vez con el uslero; me dejó fuerzas sólo para preguntar, ¿por qué? “Nada –gritó Pepo-, debes empezar a ser más amable con tus invitados”
Enfermos. Eso fue lo último que pensé de esa actitud tan decadente y sin sentido. Nunca debí haber aceptado que vinieran como tratamiento psicológico a relajarse a mi casa. Puta adicta y Maricón perseguido. Y ahora, matones. Al final el abuelo era el más sano. Cuando por fin pude abrir mis ojos, lo observé hipnotizado viendo televisión, como si nada hubiese pasado. Allí escuché, vagamente por la tele, un aviso que retumbó en mis oídos como taladro. Era algo así como, Preocúpese más de su familia, cuídela como se merece, Seguros Anfro…
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