jueves, 1 de diciembre de 2011

De esas cosas que pasan cuando menos las esperas

El otro día vi a alguien que no veía hace años. Nos separamos por una estupidez que ya a estas alturas poco y nada me importa. Esa otra persona siempre pensó que volvería a acercarme, cosa que nunca hice (pride, pride...) y siempre noté que lo esperó. No es que no pudiera, digamos, perdonar, era algo en donde di vuelta la página automáticamente.

La cosa es que cuando vi a esta persona, pues la saludé normalmente y en muy buena onda. Es que de verdad fue una estupidez, aunque la recuerdo perfectamente. La cosa es que noté que no esperaba que lo fuera y vi, aunque no sé si me lo imaginé, que estaba satisfecha esta persona. Como que esperó años que yo fuera buena onda de nuevo, incluso con un simple saludo y así fue.

Me preguntó cómo iba mi vida en estos años (fueron años, eh?!) y noté que estaba poniendo mucha atención y que esperaba saber de mi. Bueno, me fui y buena onda.

Era una amistad que se rompió hace años. Y por algo que no valió la pena, si veo las cosas en... perspectiva. Y por mi tozudez, nunca vi y ni siquiera pensé en la posibilidad de arreglarla. Era un final definitivo. Pero noté que esa otra persona recordaba la amistad y creo, que quizás la atesore y no se acercó porque supo su cuota de responsabilidad y entendió mi decisión, en su momento.

Quizás no la compartía, pero la entendía.

Ahora que perdí otra amistad por circunstancias aún más bizarras, es cierto que pienso cuántos años puede que pasen hasta que nos volvamos siquiera a cruzar palabra. Pero, estas son de esas cosas que pasan cuando menos las esperas.

Quizás nunca pase. De hecho, pienso que nunca pasará.

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