lunes, 29 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 8 (Re-Publicación)

Hablamos un rato. Primera vez en muchos años que le pongo atención específica a las weas que me dice una mujer. O por lo menos sopeso en cierta medida lo que dice. Anteriormente y de forma usual, hubiese seguido fingiendo que me interesaba en lo más mínimo su conversación y pediría en mi mente un vaso con agua para poder tomarme las pastillas que más rápido me dejen pensando en cómo follarla para que se calle la boca.

Quedamos en juntarnos el día siguiente en un Bar X en un horario X. La mitad del plan estaba listo. Ella iría. Seguro iría. Jamás acuerda nada si sabe que no puede concretarlo. Eso me gusta. Siempre está eso de decir una cosa primero y salir con otra cosa después. Es que hay mierdas que piensan que el tiempo se los debemos a ellos. Mientras reflexionaba en eso y en qué condones comprar que no me aprieten el miembro, problemas típicos de tenerlo grueso, anotaba en un papel el lugar, la hora y dibujaba un triángulo grueso de color azul, gracias a mi pluma Cross.

Cortamos el teléfono. No puedo dejar de decir que se notaba sorprendida y hasta un poco ansiosa por saber qué deseaba de ella luego de tantos años. Sigo deseando lo mismo de siempre. Eso no puede cambiar de un momento a otro. Le dejé la duda y eso es lo importante. Por ahora, he pensado demasiado en otra persona que no sea yo. Es momento de abstraerme de la realidad, tal como ella lleva haciéndolo durante todo el tiempo que sé de su existencia.

Así que, me recuesto y sin ganas de hacer nada más hasta el día siguiente, me duermo. Lo logro gracias a la combinación de pastillas que tomo, porque si no, me dormiría pensando en matar a cada imbécil que se cruza por mi camino, cosa que es moralmente inaplicable pero normalmente pensado dentro del mundo en que vivo.

Despierto y me doy cuenta que son recién las 6 de la mañana, reviso bien mi reloj Orient de oro blanco que jamás se atrasa. Me levanto y decido bañarme, vestirme y luego recostarme y dormir hasta las 9. Que la oficina se vaya al verdadero carajo. En eso llaman a la puerta. Mi secretaria.

Obligado a pegarme un polvo. Y si se me apetece, un par. La weona viene empepada. Le dije que me calentaba. Tal vez y sea cierto.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 7 (Re-Publicación)

En las épocas que corren, guardar teléfonos y datos personales de la gente que te interesa a través de tu vida es algo sumamente extraño. A mi no me parece así. De hecho, creo que es la mejor manera de mantener contacto permanente con aquellos que deseas volver a comuicarte. He esperado mucho tiempo para volver a ver a esa persona y no perderé la oportunidad de hacerlo.

Estoy totalmente seguro que podré volver a verla. Es sencillo, ya que jamás cambia sus teléfonos de contacto, aunque cambie de aparato celular, no lo hace de número, así como yo. Una manía que, de hecho, ella me contagió. Pero ese es otro cuento en este instante.

Tomo delicadamente mi BlackBerry Storm, la cual llevaba sonando un rato y no había contestado estando, embelesado, leyendo la libreta, cuando de pronto vuelve a sonar. Mi secretaria. Me dice que tiene deseos de chuparmela, que no aguanta las ganas de darme besos franceses apretados, duros y dolorosos. Eso me excita, pero medianamente, así que le digo que se tome un par de ansiolíticos, que eso me pone caliente y que me llame en unos minutos más, que estoy ocupado revisando la grilla de canales, suspiro lentamente mintiéndole. Aprovecha entonces de darme la minuta del día siguiente y corta, diciéndome lo mucho que se tocaba la entrepierna mientras me hablaba. Es ninfómana, pero no lo suficientemente loca como para que me fascine.

Tomo nuevamente la libreta en el punto exacto en donde la había dejado y de pronto veo su nombre, su delicado y reiterativo nombre. Ese que siempre llamo entre sueños. Puta de mierda.

Disco los números tembloroso, eso me molesta, así que busco un Valium en mi mesita de noche y me lo tomo, a ver si con eso consigo hilar algo coherente. Ella también me enseñó esa mierda.

Marco y espero. Espero que no esté follando. Como para que conteste el puto teléfono y no la haga corta por el apuro y la sorpresa. Contesta más rápido de lo que pensé y es su misma voz temblorosa y extraña. Indefinible. Listo. Todo es más fácil de lo que pensé.

Sólo falta el desarrollo del acto.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 6 (Re-Publicación)

Sigo mirando hacia el techo después de bañarme. Pero esta vez, paso el tiempo recostado en mi King Plaza tratando de buscar algo interesante en la Televisión Digital, la cual asegura tener variada cantidad de canales. En todos se transmite la misma mierda. La variedad sólo se da por quién te da mayor cantidad de estupideces por minuto.

Fijo mi mente en blanco, como si pudiera hacerlo, así que tomo un Nuprin que tenía en la mesita de noche, me dolía de gran manera la pierna izquierda, específicamente el muslo en su parte interior. No tengo la más puta idea de qué pueda ser. Solamente espero que se me pase el jodido dolor.

Trato de fijar nuevamente mi mente en blanco y no recordar esas mierdas que llaman sentimientos y seguir siendo lo que siempre he sido, algo que me tiene medianamente satisfecho. Por lo menos en mi trabajo soy exitoso y tengo placer continuo y cuando se me place. Conozco mujeres que pueden ser tan putas... no involucran nada más que su sexo. Saben lo que quieren. Lo saben muy bien.

Yo no quiero nada en particular. Por eso es más fácil. Toda esta farsa que es mi vida es mucho más fácil cuando dejas de querer algo. Me levanto desnudo de mi cama y me poso en el espejo, mirándome y repugnándome a la vez que siento que mi cuerpo merece ser mancillado, pero no dañado, usado, pero no maltratado. Y mi cuerpo ha sido utilizado millones de veces.

Sigo mirándome y observando firmemente mis ojos. Solamente veo el reflejo del espejo, o sea, a mí mismo nuevamente. No siento absolutamente nada ni ahora ni antes ni después. Tomo una bata que estaba colgada en mi Salón de Baño y salgo hacia el balcón. Suena mi BlackBerry...

Miro hacia abajo y me pregunto... ¿Dónde dejé esa libreta con esa dirección?

martes, 23 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 5 (Re-Publicación)

Manejo rápido con mi auto sin más preocupaciones que llegar luego a tomar un baño. Por alguna extraña razón que desconozco me siento sucio... no sé si será por la cantidad de polvos con mujeres diferentes que me he pegado alrededor del día o por la sensación que me dejó el último específicamente... no debió haber pasado eso.

Tal vez sea el último Halcion (triazolam) que me tomé lo que me dejó medio imbécil. Más que eso. Perceptivo quizás. Veo hacia afuera de mi exclusivo auto y observo a las personas. La gentuza. La escoria. Las cucarachas de un mundo podrido por el sexo y los vicios. Lo último me agrada bastante en todo caso.

Esa gente que solamente sabe hacer daño y hacerse daño. Mucho daño. Esa que dice querer. Preocuparse. Cuando en realidad, solamente existen ellos para ellos mismos y esa puta preocupación es más bien, preocupación propia de no quedarse solos. Patéticos humanos... tan patéticos como sus necesidades intrínsecas. Tengo ganas de matar.

Son pequeños lapsus que tengo. Pero se quedan en las ganas. No tengo intención de dañar a esa escala, al menos nunca me lo he planteado. Mas cuando los veo pasar así. Amarse así. Mirarse así. Estoy mareado. Tengo ganas de vomitar.

Trato de aguantarme, pero no puedo. Así que devuelvo abriendo rápidamente mi alza vidrios y sacando todo hacia fuera. No he comido nada desde el desayuno. Eso debe ser. Qué asco. Manché la puerta del auto, de seguro. Quiero otro Halcion, pero no encuentro el puto frasco. De veras que era de la pendeja. Suerte para ella.

Sigo pensando en que las personas solamente se buscan para no estar solas. En un punto de mi historia que tengo presente constantemente pero que no describiré porque así se me da la chucha gana dejé de buscar una mina que me acompañara y estuviera conmigo "amando". Así no le hago daño a nadie. Ni a mi mismo. Nuevamente.

Estoy llegando a mi depto. Por fin. Entro rápidamente a mi penthouse. Baño. Descanso. Y miro al techo y me pregunto... ¿Qué mierda hago ahora?

domingo, 21 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 4 (Re-Publicación)

Miro al techo, luego de haber hecho el amor por un buen rato. Con una exquisita previa y con un excelente final. Miro también a mi compañera a mi lado. Ella está feliz. Satisfecha. Con ese rostro post-orgasmo que es típico en las mujeres. Ese que te dice que la pasó bien. Que sigue húmeda y quiere más.

Miro entonces hacia la ventana que se muestra en mi departamento de un ambiente que poseo cerca de Escrivá de Balaguer, uno de los nombres de calle que más adoro decir... siempre es grato pronunciarlo. La miro buscando a otra mujer. Una que de verdad desearía tener tocando mis tetillas, y pestañeando cerca de mi torso haciéndome sentir querido. Casi amado. Algo que es imposible.

Ni yo mismo me amaría. O creo que sí lo hago, pero en mi forma. El mismo estilo que usan el resto de las minas con las que me meto. Yo no sería así, si no fuera por eso... por eso...

Ella empieza a conversarme, como si me interesara alguna estúpida palabra que diga. Pero siento que debo escucharla porque acabo de estar dentro de ella, porque acabo de tocar todo su cuerpo... y eso me hace más cercano... aunque sea por esas casi 3 horas de sexo.

Tanto así que sin darme cuenta la abrazo. Me doy cuenta que sigue húmeda, al igual que las sábanas persas de blanco puro que adquirí la semana pasada a un muy buen precio. Se acerca mientras conversa y se pone encima mío. Su pelvis queda en la mía. Por una fracción de segundo... por una puta fracción siento que todo sería bueno si ella me amara, que estaría con ella, que saldríamos juntos, que conocería a su familia, ella a la mía...

Mierda. Ella es mi juguete, nada más. Y yo para ella también DEBO serlo. Así que le doy lo que ella quiere hasta que se canse de tanto cabalgarme y de tanto recibirme. Se canse de haberme conocido y algún día siga buscando un amor verdadero. Mientras yo, seguiré buscando la mejor entrepierna...

viernes, 19 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 3 (Re-Publicación)

Hora de mi fluoxetina. Necesito de ella. Mil veces mejor que cualquier polvo mágico. Eso sí, no mejor que un buen polvo. Luego de tomar mi agua especialmente traída de Europa, la cual no contiene sales minerales que dañan las paredes del estomago, ya que la misma pasa por numerosos procesos especiales que hacen que se purifique en su estado máximo... me dirigo hacia mi escritorio solamente para contemplarlo. No tengo ganas de trabajar hoy.

Tal vez sea porque empecé agitada mi mañana y mi hora de almuerzo fue bastante fuera de lo común. Pero fuera de aquello, creo que debo buscar algo en qué distraerme. Tomo mi chaqueta y parto. Total, soy el jefe. Puedo hacer lo que se me dé la puta gana.

En mi auto automático comencé a observar a los transeúntes que pasaban. Mayoría mujeres. La mayoría, apetecibles. Deliciosas. Debería estar con cada una de ellas. Así lo deseaba, era irrefrenable, debía tenerlas. No me quedó más remedio que visitar el colegio en el que siempre estaciono cuando siento el mismo deseo animal. Ahí está ella. La mejor alumna de ese céntrico colegio católico. Y también la que tiene la más suave entrepierna.

Esa chica no parece de 18. En realidad, se siente de mayor experiencia. No sólo físicamente, notablemente puedo afirmar que es una excelente oradora (en todo sentido) y muy reflexiva. Y nunca me molesta. No hace problemas. Lo recomendable para alguien como yo.

Estaba esperando en la misma esquina. Ella sabe que una vez a la semana me vienen las ganas innegables de romper su ropa interior con el ímpetu y las ganas de un quinceañero. Subió a mi auto disimuladamente, aunque noté ciertas miradas envidiosas de algunas apoderadas que saben que soy un tipo exitoso y además insaciable en la cama. Por lo menos sus hijas eso le deben contar.

Se subió y de inmediato tocó mi paquete. Duro. Fuerte. Ella sabía qué hacer. No tan rápido. Lo mejor aún no empieza.

Me empezó a hablar en el oído mientras viajábamos. Me hablaba de las ganas que tenía de no parar de cabalgarme mientras recitaba un poema de De Rocka. Le dije que ese tipo me apestaba porque bien sabido es que se llevaba pésimo con Neruda. Así que me calenté aún más.

Llegamos al lugar de siempre. Me contó algo de que le quedaban pocos meses de colegio y que, ser mayor de edad era más que cumplir 18. Casi me dio la lata. Menos mal la hice callar con un fuerte beso con lengua. Fue delicioso. Tocame. Muerdeme. Aprietame. Lastimame. No pares...

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 2 (Re-Publicación)

Me quedo frente al monitor de LCD Viewsonic que acabo de adquirir la semana pasada para el PC Intel Quad Core de mi oficina, mirando como las personas creen que conociendo gente en Facebook lograrán tapar sus patéticos vacíos personales, cosa que prefiero hacer visitando un cabaret en donde te cobran por una francesa, pero por lo menos mantienes el status quo.

En eso que reflexiono sobre cómo podría hacerles entender sin tener que torturarlos psicológicamente, aparece mi secretaria. Hoy se ve aún más caliente que de costumbre, lo cual hace que se me entiese el miembro inmediatamente, por suerte, no es problema.

Se dirige directamente a mi escritorio para recordarme que el horario de almuerzo es a las 2.00 pm y que ya son las 2.02 pm, por lo cual estoy retrasado y el almuerzo dura una hora. Le digo que hoy no tengo hambre (pastilas de mierda que me tienen con ganas solo de follar y dormir) y que me quedaré en la oficina. Entonces, ella, en vez de salir, cierra la puerta y se dirige con los ojos entre cerrados (esos ojos que ponen las mujeres antes de saber que se echarán un polvo) y comienza a sentarse en mis piernas.

No desmiento que la exctitación que tenía era enorme, considerando que por fin iba a probar la entre pierna de mi secretaria que tantas ganas tenía de morder. Comenzó a hacerme esos cariños y darme esos besos que solamente dan las mujeres que quieren... y que además conocen lo que te gusta. Eso me comenzó a dar dudas, a la vez que calentar. Porque hacía cosas que solamente hace alguien que de verdad te conoce... y sentí que ya la había tenido en mis brazos, que ya había tocado sus suaves pezones y sus frías nalgas. La conocía. Ya lo había hecho con ella.

Era eso o los ansiolíticos hacían su efecto de crearme realidades que no son. La cosa es que me estaba desvistiendo mientras me lamía, mordía y besaba todo mi torso... en eso, pensé que el piso era más cómodo que la silla. Lo hicimos lento, suave... no como suelo hacerlo con alguien que no conozco. Saborié su cuerpo y ella el mío. Una hora de sexo. Una hora de almuerzo.

Se vistió y yo hice lo mismo. Cuando salió y me miró con el rostro de que "volveré", sentí que necesitaba a alguien en mi vida. Alguien que después de hacer el amor, pudiera abrazar y querer. Pero esa etápa ya pasó y no puedo más que esperar una cacha en la oficina. Es la única mierda que puedo esperar.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Prozac - Cap. 1 (Re-Publicación)

Me tiembla la mano al escribir. Me tiembla la mano al leer el diario. Un nódulo de mierda comienza a salirme en el cuello. Tomo mi santo prozac. Todo pasa. Un valium sería perfecto pa la mezcla del día, si no fuera porque anoche me di una sobredósis de esa wea y todavía no se me pasa el efecto.

Tengo que llegar al auto. Por lo menos es automático. Si tuviera que pasar cambios como los weones, choco. Además voy apurado. Me acabo de pegar un polvo que no me dejó satisfecho. La muy perra hace la mitad de las cosas que hace una mujer de verdad. Incluso una que no ama hace más. Bueno, de qué me puedo quejar, si estaba más drogada que yo.

Veo que en la guantera de mi auto me queda otro valium suelto. Quizás esté vencido, me da igual... compensará la carga de anoche. La mujer con quien tuve sexo sin protección desea subirse a mi auto. Jura que recuerdo su departamento. Confiaré en su juicio.

Creo que comienza a tiritarme el puto ojo. Efecto de los ansiolíticos que me mete el bastardo de mi psiquiatra. Para eso estudian tantos años. Para drogarte o hacerte creer que avanzas. Hace años que no avanzo. Necesito un jale. Pero lo dejé hace años.

Así, mientras bajo por la Kennedy a 100 por hora, como si no hubiera futuro, la mina me dice que me conoce de antes. La veo, como no la vi la noche anterior y la muy hija de puta era una mina que conocí en el colegio, cuando era pendejo. La más rica del 2do B. Y que me dejó pagando como a muchos que traía caliente.

Cuando lo pensé, la vi detenidamente y me detuve en su entre pierna para luego volver a mirar esos pechos que habían sido míos... me di cuenta de algo: que la mina más rica del cole era como las weas en la cama.

La dejé en su depto y me fui raja a la pega. Creo que rozé un par de autos de esos que se pagan en cuotas. No me importa, mientras esté mi secretaria (que me tiene ganas y prefiero que las siga teniendo, porque así se calientan más) y mi café en el escritorio, el resto me importa menos que mi mismo. Mucho menos.