miércoles, 15 de diciembre de 2010

Prozac - Cap. 16 (Re-Publicación)

Cuando llegó, se sintió abatida. Estoy seguro que le impresionó ver un cadáver en mi cama. Más aún, cuando allí habíamos hecho el amor tantas veces, las mujeres son muy impresionables. Entonces me preguntó que qué había sucedido, que porqué las cosas habían llegado a ese punto y, obviamente, quién era la tipa muerta tendida en mi cama.

Le dije su nombre. Entendió de qué se trataba todo.

Entonces, comenzó a dar vueltas por la habitación buscando una serie de cosas para poder llevarse el cuerpo. De pronto, la vi siendo participe de un crimen, podríamos decir, pasional. Aunque en gran medida, también es culpa de las pastillas que tomo. Realmente pueden hacerte mal, no querida?

Fue allí cuando vi fijamente el culo de mi secretaria, mientras trataba de sacar el cuerpo de mi cama. Me le tiré encima y la quise penetrar. Y así fue. Lo hicimos al lado del puto cadáver de esa puta de mierda. Y fue altamente excitante, tanto que me corrí más de una vez en un solo polvo.

Me ha pasado a veces, nada anormal.

De repente nos vimos los tres tirados en la cama, los 3 bajo la petit mort, aunque una ya llevaba una large mort, pero para el caso es lo mismo. Nos vestimos y comenzamos a movernos para disipar las dudas. Nadie debía darse cuenta de que sacábamos un cadáver de mi loft. Por suerte, mis mierdas de vecinos ni siquiera saben cómo se llaman entre ellos, tan apersonales, tan escoria, que, cuando tenga oportunidad, también los eliminaré, menos a la niña de al frente, tiene 16 y promete ser tan estrecha como su entrepierna intenta mostrarme. Sabores que debo, sin duda, aprovechar.

Por suerte poseo una maleta lo suficientemente grande como para que quepa el cadáver. Así que, es solamente cosa de doblarla bien para acomodarla. Le rompimos la espina, lástima. Pero, cabía. Eso era lo importante. Así que nos movimos ligeramente hacia el auto, con cara de calientes, aún estábamos así, pero más exagerada, así si alguien nos veía iba a creer que nos íbamos raudos hacia unas vacaciones juntos.

En ese momento, veo a la niña de 16 con su uniforme escolar. Qué ganas de tomarla del brazo y tirarla a mi cama, y darle lo que tanto quiere, cómo se mueve, cómo camina, cómo se le ven esas piernas que quiero lamer...

Me distraje. De nuevo.

Subimos al auto. Entonces, eché la maldita maleta y partimos. Qué hacer con el cadáver.

-Tengo una buena idea. ¿La combustión espontánea es para ti una opción?

Pensé un momento en que esto es una soberana molestia.

-Hagámoslo.

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