viernes, 26 de febrero de 2010

Si me dijeras la verdad...

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Si me dijeras la verdad podría ayudarte, te decía mientras llorabas sin parar esa tarde. Solamente, seguías llorando. No sabía que pasaba, no sabía cómo diablos entenderte y lo peor... me sentía ridículo.

Ridículo porque debo ser de las pocas personas que se preocupa tanto, pero que al final lo hace por puros vanos. Nunca me pasa nada, no te preocupes, olvídalo, son las respuestas típicas que siempre recibo. Y al final del día, nunca entiendo nada. Eso es injusto.

Demasiado.

Y seguías llorando y yo sin saber porqué mierda seguías llorando. Solamente no parabas de sollozar. No me quedó otra que abrazarte mientras se te pasaba, pensando en lo patética de la situación y como todos pasaban alrededor, de un lado hacia otro. Maldita universidad, a veces está llena...

Cuando necesito que esté vacía.

Al final te fuiste quedando en silencia y por fin, como a la Chilindrina en el Chavo, te pregunté que qué pasaba...:

Me pegó. Ese maricón me pegó.

Ahora sí que me sentí patético...

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