sábado, 11 de abril de 2009

Aplastado por mi mismo


Miro el celular que tenía antes, pequeño, frágil y quebrado. En la parte de arriba está con una grieta. Sé cómo se la hice. Fue fácil.

Fue hace tiempo. Ese día llegué desesperado. Quería que me llamaras, que te preocuparas de mi, que me preguntaras cómo estaba. Era obseso. Pobre de mi, lo pienso y me da lástima. En fin. Estaba solo en mi casa y veía mi celular. Y veía como el maldito, que tantas veces había recibido tus mensajes, tus llamadas, que era una extensión de tu cariño y de ti misma ya no emitía sonido alguno, tanto así que era solamente una pieza de plástico entre mis cosas.

Lo tomé y lo aprisioné con rabia, como estrujándole algún tipo de llamada, un mensaje que el mezquino no haya querido darme, algo que necesitaba imperiosamente de ti, tu voz, tus letras, tus escritos... nada. Lo apreté y lo tiré contra la puerta. Luego lo volví a patear por el suelo y lo arrastré... hasta que lo aplasté y presioné fuerte con el pie y sentí que se quebraba y pensé que lo destruiría. Sonó un sordo crack, lo dejé ahí, me acosté y lloré.

Eso pasó hace mucho tiempo. Ese aparato aún sigue funcionando. Es como mi corazón, que también pasó por el mismo proceso, pero sigue ahí. Ahora no es mio el celular, pero sigue bien a pesar de todo. Igual que mi corazón.

En ese celular recibí tus mensajes, tus llamadas madrugadoras en donde hablabamos o chateabamos por horas. Nadie más ha hecho eso por mi. Nadie más...

Hay veces en que deseo leer un te quiero...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo hace tiempo que lo he apagado,y es una sorpresacuando lo abro, pues està lleno de todo... menos de un te quiero. Ahora bien, también he de decir que no sabrîa que hacer con él!

besitos, corazôn