sábado, 31 de enero de 2009

Monumento a la aviación


Era tarde. Pasadas las nueve de la noche. Salí del Sushi Bar arrepentido de haberme quedado demasiado tiempo simplemente porque me lo pidieron. Me aburrí un poco, aunque me metieron conversa un par de chicas... nada muy interesante.

Caminaba por providencia pensando en llegar al metro Salvador, el más cerca desde donde me encontraba. Por desgracia, sabía que tenía que pasar por un lugar que no pasaba hace ya casi dos años. Casi dos años.

El famoso monumento a la aviación. La 4ta banca desde izquierda (poniente) a derecha (oriente). Allí hablé por horas contigo. Hablamos y te quise. Y me quisiste. Mirabamos atentamente el movimiento de las aguas y los colores. Veníamos de hacer un trámite, que cosa tan pajera. Nada había alrededor de esa plaza más que nuestras ñoñas conversaciones que me hacían sentir que todo iba bien y que jamás conocería a nadie tan parecido a mi.

Luego, ya era más de tarde, casi de noche (invierno en aquella época). Nos paramos y me mojó (salpicó más bien) esa maldita fuente!, me acuerdo que empezamos a caminar rápido y yo mojado la mitad del cuerpo. Fue chistoso. Reímos.

Tomamos un helado en el Bravissimo, o sea, caminamos bastante. Pero ibamos tan contentos (mierda que ibamos felices) que no nos dimos ni cuenta. Adentro conversamos cosas increíbles que me acuerdo y me hacen sonreír... luego ya eran casi las 9 de la noche. Cada uno para su casa. Recuerdo tu cara de pena por eso. Querías estar más conmigo. Yo también... deseaba pasar todo ese día contigo...

Volvi al presente. Iba pasando por la misma orilla que esa vez y también me salpiqué. Pero no reí. Y vi esa banca ocupada por una sola persona. Sola. Tal como yo iba... solo... caminando hacia el metro. Aceleré el paso. Y pensé... los recuerdos te hacen feliz a veces. E igual, acordarme de todo eso con un gran nivel de detalles y después haber sonreido... me entretuvo más que estar entre tragos dulces y sashimis...

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