martes, 1 de julio de 2008

La Habitación [Cuento]


Hace meses que estoy encerrado aquí. Es un lugar extraño... oscuro... que no tiene salida. Es pequeño y cada vez que lo recorro se hace aún más pequeño. Es asfixiante. Trato de salir, pero no puedo. Me lo impiden. O me lo impido...

Aunque debo reconocer que deseaba salir a como diera lugar... En realidad deseo salir. Pero no puedo. Una vez, recuerdo haber visto una salida. Era una pequeña ventanita, chiquitita, que me ofrecía salir de este lugar. Me acerqué a ella, sin saber qué podía encontrar afuera y respiré el aire que estaba disponible para mi... e intenté salir... pero, pero, pero... no pude.

No pude salir por la ventana... y la ventana se cerró de a poco, muy de a poco... de hecho, creo haberla visto quebrada... y ver una lágrima rosando por uno de sus vidrios... pero debió haber sido la lluvia que a penas alcancé a ver...

No quise venir aquí por obligación. Pero se me abrió una puerta que era maravillosa y no pude decir que no. Ahora, no puedo salir de este lugar y lo peor de todo, es que creo que me estoy acostumbrado demasiado a mi habitación. Sí, ya es mía. De verdad que lo es.

Un día vino alguien a conversar conmigo dentro de mi habitación. La escuchaba y le hice creer que estaba bien hasta que me dejó de molestar. Creo que yo mismo la contacté, no sé para qué la verdad, no me hagas recordarlo...

Seguí aquí. Seguí aquí. Todo el tiempo he seguido aquí y no puedo salir. No sé qué hacer. Las paredes se hacen cada día más pequeñas y no puedo resistir, me ahogo, me ahogo, no quiero estar acá, no veo bien...

Mi celular sonaba antes en esta habitación. Cuando era más grande, brillante, inolvidable. Sonaba y me daba mensajes. ahora no pasa eso. También se apagó. Y cuando eso pasó, lo tomé y lo tiré lejos y el puto celu no se rompió así que lo pisé fuerte, muy fuerte... y la mierda se resquebrajó... como si tuviera la culpa de que ya no sonara más. De que ya no me dijera cosas. De que ya no escuchara voces. Si ni la mía escucho ahora.

Hubo un tiempo que pude salir. Pero eran paseos cortos. E hice creer que no me pasaba nada. Pero me pasaba todo, es miedo a no sentir esto que no me deja ser como antes... me estoy volviendo adicto a mi habitación, a la soledad, a la autocompasión...

Seguí aquí. Seguí aquí. Todo el tiempo he seguido aquí y no puedo salir. No sé qué hacer. Las paredes se hacen cada día más pequeñas y no puedo resistir, me ahogo, me ahogo, no quiero estar acá, no veo bien...

Cada vez se cierra más, es inevitable. Pero encontré una solución. Me mira sigilosa, la tengo a la mano. Es filosa. La acerqué a mi cuello. Cobarde. Sólo me dejé una marca que nadie ve. Nadie está aquí. Pero esa solución sigue cerca, esa o cualquiera. Lo único que sé es que no puedo vivir así. Y eso depende de mi, no de ventanas ni de personas. Lamentablemente, ya soy caso perdido. Yo y mi habitación.

1 comentario:

T. Sweeney dijo...

ooo que que..! triste T_T
me siento demasiado identificada con tu cuento T_T... snif...

aunque igual esta bueno ^^...
ahora tratare de ser más sociable de lo que soy jeje...
gracias por pasarte a mi blog ^^
y graxias por todo *--*

y que te vaya muy bien... ^^
nos leemos.